En el año 1974 (yo me encontraba en la mediana edad), mi hermano Luis y Ana, su mujer, me trajeron a este pantano. Me presentaron a un amigo y a su mujer, que tenían una perrita y una lancha con motor. Estuvimos dando una vuelta por este lugar tan maravilloso. Paramos en una de las playas donde el silencio y la tranquilidad llamaban la a tención. Un lugar paradisíaco: sólo se podía acceder por el agua. Allí tomamos un bocata, que ya llevábamos en previsión.
La semana pasada mi hija y su amigo nos llevaron a mi mujer y a mi a este lugar. Comimos en San Martín de Valdeiglesias: una brocheta de verduras, calamar encebollado y tartas variadas. Todo muy rico. Dijimos, como suele decirse en estos casos: “Aquí hay que venir otr
Por la tarde nos fuimos al Pantano, donde disfrutamos del paisaje, la tranquilidad y del olor a campo y a protector solar. Enfrente del embarcadero está la playa más concurrida del entorno. Unas cervezas y unos chopitos en un chiringuito situado en lo alto, nos relajaron y nos hicieron disfrutar de una gran panorámica.
Contemplando un atardecer precioso, recogimos nuestras pertenencias y reanudamos el regreso. Día como éste hacía tiempo que no lo había vivido a causa de mi salud y porque hace mucho tiempo que pasé por la mediana edad.