Muchas veces no reflexionamos sobre las cosas que tenemos alrededor o que utilizamos a diario. Cuando tenemos cierta edad y las fuerzas van faltando, “las bielas” (como decía mi padre en su senectud) o piernas no resisten el peso del cuerpo porque tienen reducida su movilidad y por eso nos hace falta un tercer apoyo, un soporte , “el bastón” : al que hemos de considerar como un objeto de supervivencia.
Este apoyo hace un buen papel, sobre todo cuando salgo a la calle con mi mascota (un perrito llamado Noi, ya entrado en años).
Los peregrinos usan otro punto de apoyo llamado “bordón“ (palo largo, un poco más alto que la altura del peregrino) para resistir. Desde siempre ha sido un compañero inseparable del caminante: logra una postura más erguida, más cómoda. La espalda sufre menos al no ir encorvada bajo el peso de la mochila.
El utilizar el bastón por necesidad da pie a observar cómo se mueven otros que también necesitan un punto de apoyo. En ese caso es muy probable que se establezca un intercambio de pareceres y cada uno cuente el motivo de su cojera:
-Yo me caí de un árbol…
-Me operaron de cadera y me dejaron una pierna más corta que la otra…
-Andando por la calle tropecé con una baldosa en mal estado…
-Tuve la mala suerte de que me atropelló un coche..
No cabe duda de que el bastón constituye un instrumento valioso del que muy pocos se libran llegada la vejez. No sé si existe algún monumento al bastón; si hubiera que hacerlo yo lo nombraria: “El bastón del abuelo”.
Este apoyo hace un buen papel, sobre todo cuando salgo a la calle con mi mascota (un perrito llamado Noi, ya entrado en años).
Los peregrinos usan otro punto de apoyo llamado “bordón“ (palo largo, un poco más alto que la altura del peregrino) para resistir. Desde siempre ha sido un compañero inseparable del caminante: logra una postura más erguida, más cómoda. La espalda sufre menos al no ir encorvada bajo el peso de la mochila.
El utilizar el bastón por necesidad da pie a observar cómo se mueven otros que también necesitan un punto de apoyo. En ese caso es muy probable que se establezca un intercambio de pareceres y cada uno cuente el motivo de su cojera:
-Yo me caí de un árbol…
-Me operaron de cadera y me dejaron una pierna más corta que la otra…
-Andando por la calle tropecé con una baldosa en mal estado…
-Tuve la mala suerte de que me atropelló un coche..
No cabe duda de que el bastón constituye un instrumento valioso del que muy pocos se libran llegada la vejez. No sé si existe algún monumento al bastón; si hubiera que hacerlo yo lo nombraria: “El bastón del abuelo”.