sábado, 15 de junio de 2013

FUI..."CAZADO"

                             
Existen documentales muy bien conseguidos que nos muestran la defensa y la conservación de los animales. Me impresiona mucho ver cómo todos luchan por la supervivencia. En uno de ellos, un oso estaba en un riachuelo cerca de una pequeña cascada en espera de su presa; estaba pendiente y aprovechaba los saltos de los peces para pescarlos al vuelo, simplemente con abrir la boca. El parangón no es muy adecuado, pero yo me siento identificado con ese pez, porque en cierta manera yo fui una presa fácil, un distraído, un despistado.
Volviendo a casa después de un agradable paseo, se me acercó un joven con acento extranjero  que insistía en que firmara un papel para una causa de discapacitados. Este truco es muy conocido y no era ésta la primera vez que me encontraba con este caso.. Desde el primer momento le dije que no,  que ese papel era falso, que eso era una estafa. Pero él insistía:
- ¡Firme, por favor! ¡Firme, por favor!
- ¡Te he dicho que no! ¡ No seas pesado!
Esto sucedía mientras iba caminando, porque yo desde el primer momento quise quitármelo de encima. Él se puso a la izquierda y pegado a mi bandolera, que llevaba en ese mismo lado. Con la mano izquierda me ponía la carpeta azul con el papel para firmar; mientras que, como comprendí más tarde,  con la mano derecha hurgaba en la bandolera. Me dejó cuando él ya había conseguido su objetivo. Al dejarme solo, empecé a pensar en esas personas necesitadas que pasan hambre y en lo injusta que es la vida. Cuando llegué a casa se me iluminó la mente y exclamé:
¡¡La cartera!!
Me dirigí al lugar donde había dejado la bandolera, metí la mano y, efectivamente, no estaba. ¡Había sufrido un atraco! ¡Había sido cazado!
Me temblaron los piernas y se me nubló la vista. Inmediatamente puse en jaque, con voz temblorosa, a mi mujer, a mi hija, a mi yerno y hasta al nieto, que acaba de cumplir cinco meses. Todos se contagiaron del malestar. Dedicamos toda la tarde para denunciar el hecho en Comisaría. Lo más importante era el carnet de identidad, el de conducir, la tarjeta de mi invalidez, el abono trasporte y los veinte euros que llevaba. No recé a San Antonio, pero pienso que en todo momento estuvo a mi lado. Al atardecer oí el telefonillo de mi casa preguntando por mí. Era un señora con su hija: se habían encontrado la cartera relativamente cerca de donde me la habían quitado y venían a entregármela. En la cartera faltaba el dinero y el abono trasporte ¡Lógico! Afortunadamente, dentro del daño, doy las gracias porque recuperé la documentación.
La vida es esperanza, nunca la pierdas”