Al pasarme por el blog de Josefa leí una anécdota sobre unas gallinas que tenía en su casa y me vino a la cabeza un recuerdo de mi niñez.
Mi padre era carpintero y tenía en el patio, medio cubierto, una pequeña carpintería donde realizaba sus trabajos: los vecinos le llevaban para arreglar, sillas, mesas, etc...
Un amigo, agradecido por un trabajo que mi padre no quiso cobrar, se presentó en casa con un conejo que compró en el mercado. Mi padre, que era muy ingenioso, fabricó en un rincón del taller, con listones y tablas, una pequeña cabaña a modo de madriguera, de tal forma que no se veía el fondo. El conejo salía de vez en cuando para alimentarse.
Pasó cierto tiempo y llegó la celebración de un cumpleaños por lo que se pensó en sacrificar a nuestro conejo. Me acuerdo de que mi padre nos aconsejó que no presenciáramos la escena pero hicimos caso omiso porque sentíamos cierta curiosidad y, a escondidas, observamos lo que nunca habíamos visto. Nos impresionó mucho a mis hermanos y a mi . Fue un momento que no pudimos olvidar.
Mi padre era carpintero y tenía en el patio, medio cubierto, una pequeña carpintería donde realizaba sus trabajos: los vecinos le llevaban para arreglar, sillas, mesas, etc...
Un amigo, agradecido por un trabajo que mi padre no quiso cobrar, se presentó en casa con un conejo que compró en el mercado. Mi padre, que era muy ingenioso, fabricó en un rincón del taller, con listones y tablas, una pequeña cabaña a modo de madriguera, de tal forma que no se veía el fondo. El conejo salía de vez en cuando para alimentarse.
Pasó cierto tiempo y llegó la celebración de un cumpleaños por lo que se pensó en sacrificar a nuestro conejo. Me acuerdo de que mi padre nos aconsejó que no presenciáramos la escena pero hicimos caso omiso porque sentíamos cierta curiosidad y, a escondidas, observamos lo que nunca habíamos visto. Nos impresionó mucho a mis hermanos y a mi . Fue un momento que no pudimos olvidar.
Pasaron unos dos días cuando, estando yo en la carpintería, observé que salía de la madriguera un conejito que era una monada.
Corriendo fui a la cocina, donde estaba mi madre.
- ¡Mamá , mamá ….! - grité radiante de alegría.- He visto entre las maderas un conejillo muy pequeño.
Mi madre, que no se lo podía creer, me acompañó hasta el lugar indicado y esperamos a que saliera. Llegó el momento y ¡oh sorpresa!: no era uno, sino tres. El animal que habíamos sacrificado era una hembra.
- ¡Mamá , mamá ….! - grité radiante de alegría.- He visto entre las maderas un conejillo muy pequeño.
Mi madre, que no se lo podía creer, me acompañó hasta el lugar indicado y esperamos a que saliera. Llegó el momento y ¡oh sorpresa!: no era uno, sino tres. El animal que habíamos sacrificado era una hembra.
Nos entró una gran alegría aunque después recordamos lo que habíamos hecho y pasamos un momento muy malo y muy triste. Habíamos dejado huérfanos a los pobres conejitos.