
He leído el libro "En la espesura de la Serranía, el misterio de Tejeda” de José Mª Sánchez Cremades. Un trabajo muy laborioso, lleno de recuerdos de la estancia de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús (PP. Dehonianos), en el Santuario de la Virgen Santa María de Tejeda, en Garaballa (Cuenca). Permanecieron durante veinte años en aquel rincón de la serranía conquense.
Los estudiantes de Salamanca pasamos el último verano allí, en el Santuario de la Virgen. Al inicio de las vacaciones, el encargado debía distribuir entre los estudiantes varios oficios o dedicación a desempeñar. Entre los deberes que se repartieron, a mi me tocó el de sacristán. Me indicaron que sería conveniente ordenar un poco la sacristía. Existían muchas ofrendas de exvotos, normalmente de cera, pero también fotografías, calzado, ropa..., que los fieles presentaban como testimonio permanente de las ayudas recibidas por la intercesión de la Virgen. Entre ellos, destacaba un lobo disecado colgado del techo. El P. Aparicio pensó que estaría mejor bajarlo y colocarlo en una mesa, para que todos pudieran observarlo más de cerca. Le pasé el cepillo, lo aseé , le puse una alfombra de césped... Quedó bastante presentable.
Llegaron las fiestas y, como en la mayoría de los santuarios españoles, acudió gran gentío. Mucha devoción, mucho folklore, mucha música...

Fue curiosa una anécdota, muy explicable en personas que se dedican al pastoreo y a la ganadería: se corrió la voz de que habíamos bajado al lobo y que estaba en una mesa al entrar al santuario. De modo que muchos visitantes preguntaban:
- ¿Dónde está el lobo?
Parecía como si el verdadero origen de la visita fuese contemplar el lobo, y no a la Virgen.
-A veces, lo efímero y accidental da paso a lo que, en un principio, es más importante -