Los domingos que había partido en el campo de Fútbol Calvo Sotelo de Melilla nos juntábamos la pandilla para poder entrar gratis. Nos poníamos más guapos, nos separábamos del grupo, un poco alejados de la entrada y cuando veíamos alguna persona o matrimonio, nos acercábamos a ella, poníamos cara de pena y le pedíamos por favor que nos agarrara de la mano como si fuéramos de la familia y así poder entrar gratis. En aquellos tiempos, los niños no pagaban el billete.
Una vez dentro, le dábamos las gracias a nuestro cómplice y nos volvíamos a reunir los amigos. Esto de estar en grupo dentro del campo originó cierto mosqueo por parte de algún vigilante por lo que, visto el mal resultado, cambiamos de táctica y nos quedamos cerca de la persona que nos había ayudado a entrar.

¡ No sé qué clase de gancho tienen el fútbol y la fe que en él ponemos. que desde muy antiguo es tan seguido y practicado por pequeños y por mayores!
“El fútbol es la única religión que no tiene ateos”