
Me ha venido un nieto. Cuando nace un niño también nace un abuelo. Ya lo soy y esto significa que viene otra generación que nos empuja; cosa que, según las leyes de la naturaleza, nada ni nadie puede evitar. Me encuentro muy feliz y contento: aunque no creo que cuando llegue el tiempo de sacarlo a pasear, llevarlo a la guarde, etc, esté yo en condiciones, ni que sus padres me lo permitan; pero bueno, he de reconocer que me encuentro en otra dimensión y he de contentarme con lo que sé hacer: contarle cuentos, cantarle, sonreirle y conseguir que aprenda a decir "abu".
Mi mujer (la abuela) está disfrutando de lo lindo. El tener al nieto en brazos, cantarle, besarle o dormirlo constituye para ella la mayor felicidad. Cuando se encuentra con un familiar, amiga o vecina, no para de contar con pelos y señales las novedades que día a día van apareciendo.
Se suele decir que el abuelo “disfruta de una segunda paternidad” y es cierto, pero con la diferencia de que no existe tanta responsabilidad como la que tienen sus padres. Ahora gozamos de la mirada y la sonrisa de nuestro nieto: es una etapa reconfortante y muy bella.
Pronto hará dos meses que salió del “cascarón”: va creciendo en sabiduría y picardía. Tiene buenos pulmones en el "cante". Yo le tarareo la escala musical: "Do, re, mi, fa, sol..." Cuando llego a esta nota, me mira fijo, como si quisiera sonreir, y me emociono. En algunos momentos pienso que, de seguir así, en el futuro tendremos otro tenor como Julián Gayarre, el navarrico del Roncal.
“El verdadero milagro de la vida, ocurre cuando nacen los hijos de tus hijos”