
Yo jugaba de extremo derecho, que era el puesto que siempre me ha gustado. Me ponía un pañuelo anudado en la cabeza para recogerme el pelo (que antes tenía) y para secarme el sudor. No destacaba, pero me gustaba mucho jugar.
Recuerdo un partido especialmente reñido en el que mi portero lanzó el balón en profundidad y cayó a mis pies. Oí una voz del delantero centro que me decía:
"¡¡Chuta, Manrique!!"
"¡¡Chuta, Manrique!!"
Miré y coloqué el balón en la cabeza de mi compañero. Al instante oí gritar con entusiasmo:
"¡¡Goool !!¡¡Goool!!"
Fue una gran emoción para el equipo y sobre todo para mí, que en ese momento me sentí como un líder... No hubo más goles en el partido y finalmente, con mucho sudor, conseguimos el triunfo.
Este hecho sucedió hacia los años 60. Sin embargo, hace unos años me volvió a suceder lo mismo pero con otra modalidad. Estaba jugando al fútbol y oí decir:
Este hecho sucedió hacia los años 60. Sin embargo, hace unos años me volvió a suceder lo mismo pero con otra modalidad. Estaba jugando al fútbol y oí decir:
¡¡Chuta, Manrique!!
Y lo hice, pero no oí el ¡gol! de alegría, sino unos ¡¡ay!!¡¡ay!! dolorosos que salían de la boca de mi mujer, quejándose de su pierna. En ese momento no le hizo gracia, pero se ha convertido en una anécdota que contamos una y otra vez en las reuniones familiares.
“Es importante que el hombre sueñe, pero lo es igualmente que pueda reírse de sus sueños” ( Lin Yutang )