Cuando salgo a la calle, me viene muy bien el andador. Observo que con este artilugio estoy más propenso a la conversación y al diálogo: como más suelto.
-¡A donde hemos ido a parar! - me dijo un abuelete que iba con su bastón de pastor, con la empuñadura encorvada.
-¡Chaval, te falta la matrícula! - me dijo otro que venía de frente, en plan jocoso.
-¡Conozco un andador que lleva asiento; deberías instalarlo!
- Hombre, no estaría mal
-¡Cuidado, jefe, con los bordillos, que no tienen rebaje.
- Gracias caballero por su atención
-¡Cruce Ud siempre por el paso de cebra; tendrá más defensa!
- Esa ha sido siempre mi idea, le contesté.
Una vez me encontré con una mujer de cierta edad que también llevaba uno. Ya desde lejos nos estábamos viendo y al cruzarnos le dije: “¡Buenos día, señora, ya somos dos!”.
Este saludo dio lugar a que cada uno contáramos nuestra historia larga y extendida.
En otra ocasión, até el perrito al andador para sacarlo a la calle.
- ¡Cuidado! - me dijo un viandante - Puede venir otro perro, se pelean y pueden tirarle.
Desde entonces desisto de esta idea..
No sé cuánto tiempo he de tener el andador. De momento tendré que disfrutar de este apoyo y levantar la frente exclamando: “¡Vamos a la calle!”
No sé cuánto tiempo he de tener el andador. De momento tendré que disfrutar de este apoyo y levantar la frente exclamando: “¡Vamos a la calle!”
1 comentario:
Me encanta ver que te tomas las cosas con alegría y con mucho ánimo. ¡Sigue así!
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