martes, 29 de julio de 2014

GANÓ LA LIEBRE

Hoy voy a contar una historia que me ocurrió hace ya bastantes  años. Era el mes de agosto y mi hermano y su mujer, que vivían en Lyon, planearon ir de vacaciones a Melilla con su hija de pocos meses para que la conocieran sus abuelos.
Me ofrecí a llevarlos en coche cruzando España, desde Portbou a Almería, con un Cittröen 2 CV (6 voltios), que fue uno de los primeros coches de esta gama que salieron al mercado y del que se decía (en plan humorístico) que consumía como un mechero. Me estoy remontando a los años 60.
El tren llegó desde Lyon a Portbou a su hora, sobre las ocho de la mañana y allí estaba yo en la estación esperándolos. Al vernos comenzaron los abrazos, besos y demás y, una vez realizado el traslado de bultos y bien acomodados, comenzamos nuestra andadura. 
Cada 200 kilómetros aproximadamente, como es aconsejable, parábamos para descansar y tomar un refrigerio. 
Una de la paradas fue en Guadix (Granada) para hacer una visita a un amigo, que nos acompañó a visitar una de las famosas cuevas trogloditas que existen por esas tierras. Quedamos sorprendidos al ver este tipo de viviendas, tan bonito, sencillo y tan primitivo.
Al entrar en la provincia de Almería y pasado Canjáyar con dirección a Fondón (que era nuestro destino), necesariamente tuvimos que pasar por una carretera en malas condiciones, sin asfaltar y con muchas curvas. Se nos cruzó una liebre y se quedó quieta mirando los focos del coche como aturdida.

Con rapidez, hice el juego de luces: largas y cortas. Mi hermano abrió la puerta y salió corriendo tras ella... Yo, avanzando hacia delante, puse el coche a la mínima velocidad mientas la liebre, asustada, entraba y salía de la cuneta totalmente desorientada. Estuvimos mucho tiempo en ello, hasta que desistimos del intento. Mi hermano tuvo que regresar al coche decepcionado, sudando y con la lengua fuera. Yo le miraba con cierta contrariedad pero al cruzar nuestras miradas nos echamos a reír un buen rato. 
¡Qué pena que no pudimos presentarnos en casa de mi hermana, con ese pequeño trofeo!
Este acontecimiento me ha recordado al asceta y escritor San Juan de la Cruz que, en uno de sus muchos poemas refiriéndose al amor de Dios, decía:
                         “Tras de un amoroso lance
                          y  no de esperanza falto,
                          volé tan alto, tan alto
                          que le di caza al alcance“.
Nosotros, de alguna forma “metafórica“, también volamos alto, pero no tuvimos la fortuna de dar caza al alcance. 

4 comentarios:

Zamarat dijo...

Qué anécdota tan divertida! Menuda imagen debíais ofrecer!!Es un placer leerte.
Abrazo!

Josefa dijo...

Que relato mas bonito.
Os veo a los dos hermanos desfraudados por no coger la libre,
pero a la vez divertidos y felices.
Un abrazo.

Francisca Quintana Vega dijo...

¡Es que las liebres...son las liebres, Manrique jaja!
Dirás que no hay quién me vea por los blog...y con razón...los tengo dejadillos...incluído el mío. Tengo poco tiempo libre y el facebook me ocupa algún ratillo que sobra. Tendré que ponerle remedio. Espero que sigas bien. Gracias por tu visita. Saludossss

Abuela Ciber dijo...

Estupenda anecdota que te hacepensar que no era el dia de la liebre de alcanzar su inmortalidad !!!!

Saludos