martes, 30 de abril de 2013

FRANCISCO

Hace mucho tiempo un matrimonio esperaba un hijo. Como es normal, pensaron en el nombre que le pondrían. Tanto ella como él tenían un hermano que se llamaba Francisco, aunque a uno de ellos le llamaban "Frasquito". No hubo oposición, lo vieron claro: "El niño se llamará Francisco, igual que sus tíos."
Ya salido del cascaróndesde el primer momento empezaron a llamarle Paquito y a base de repetirlo tantas veces, según iba creciendo, entendí que ese Paquito era yo. Mi padre me llamó así hasta los 97 años que fueron los que la naturaleza le concedió. También mi madre me llamaba Paquito y cuando vio que me salía el bigote lo cambió por Paco. Y así me llamaron la familia y los compañeros del barrio. Últimamente mi mujer y algunos miembros de la familia también me llaman Paquito. Recuerdo la gracia que nos hacía cuando mi hija era pequeña y en vez de decir "mi padre" cuando se refería a mí, decía "Paco". 
El humorista y cantante Emilio el Moro (que era mi vecino y formaba parte de los mozos del barrio y del que hablé aquí), antes de subir a las tablas, con su humor característico (nunca se me ha olvidado) me llamaba “Paculi”.
Cuando llegué al colegio, los profesores, tal vez por evitar confusiones o por coincidir con el conocido poeta Jorge Manrique, cambiaron el apellido por el nombre, de modo que pasaron a llamarme "Manrique". A decir verdad, me agrada este apellido que procede de noble linaje y que en el escudo de armas lleva como lema “Nos non venimos de reyes, que reyes vienen de nos”. También soy conocido por "Manrique" en la asociación de tiempo libre para personas con discapacidad Club Amigos, en la que entré a colaborar cuando me jubilé. En ella está Francisco González Chozas, un voluntario al que tengo mucho aprecio y al que allí siempre han llamado Paco así que al entrar yo preferí que me llamasen Manrique para evitar confusiones.  
Últimamente he tenido que pisar clínicas y hospitales y aquí he empezado a oír Francisco para arriba, Francisco para abajo y lo cierto es que me extraña que me llamen así, aunque al mismo tiempo me resulta agradable.
Siempre he tenido gran fe en mi Santo Patrón, que en germano significa “Hombre de Dios”. San Francisco es considerado como el santo más popular y antiguo, por su amor a la naturaleza, especialmente para los animales, lo que le ha servido para ser considerado el patrón de la ecología. Él dijo: “Cualquier animal, golpeado, abandonado, enjaulado o encadenado, sufre y solo nosotros podemos ayudarle”.



jueves, 18 de abril de 2013

EL ZAPATO

El verano pasado fuimos a Gandía mi hija, su pareja, Marisol, el perro y yo. Entre el sol, la arena, el agua, andar por sus calles, pasear por las noches a la orilla de la playa, los chiringuitos, las tapas..., pasamos unos días muy buenos que, como siempre ocurre, se nos hicieron cortos. 
Transcurridos los días establecidos, tomamos la maletas con dirección al parking. Normalmente yo me siento al lado del conductor pero esta vez, como mi hija estaba embarazada, tuve que ocupar el sitio trasero detrás del conductor. Cuando entro en el coche lo primero que hago es sentarme y después, ayudado por las manos, meto primero la pierna buena  y después la otra, que es donde tengo la prótesis y un alza en el zapato. Así que, una vez terminada la operación y colocado el cinturón de seguridad, iniciamos la marcha.  Con un poco de morriña nos pusimos en camino; el momento era propicio para dar algunas cabezadas por lo que no pude evitar echar una siestecita.
Pasadas unas horas, llegó el momento de hacer la parada de rigor para descansar un poco y tomar algo. Con mi pierna izquierda empecé a tantear para calzarme el zapato. Al ver que no lo conseguía, les dije a mis compañeros de viaje que posiblemente el zapato se había desplazado hacia los pies del conductor. Cuando nos bajamos, mi hija se prestó solícita a cogerlo, pero no lo encontró. Así que le dijo a mi yerno que lo buscase él, que ella no podía. El conductor corrió el asiento, miró arriba y abajo, derecha e izquierda pero no apareció. Nos miramos todos, menos el perro, y comprendimos lo sucedido. Nos echamos a reír por unanimidad a carcajada limpia; el sector femenino incluso con lágrimas. Mi pierna, con escasa sensibilidad, no se percató de que al subir al coche el calzado había tropezado con la puerta y había caído al suelo. Adiós zapato.
Continuaron las risas mientras íbamos al restaurante. A mi hija, se le ocurrió decirme en un latín macarrónico una frase que yo le había enseñado cuando era pequeña: “ Manduco flumen de te”
 
 
 

sábado, 6 de abril de 2013

UNA SEMANA SANTA DISTINTA


El día 23 de marzo, por la mañana, me levanté de la cama porque no me encontraba bien. Tuve una hemorragia grave con las heces. De por sí, la sangre es muy escandalosa; pero ésta lo fue mucho más.
Mi mujer y mi yerno me llevaron al ascensor y, mareado y con temblor de piernas, me ayudaron a subir al coche dirección al Hospital de Alcorcón, a urgencias.
 Llegados al Hospital, me atendieron con la parafernalia que estos casos exige. Me vi tendido en la cama, rodeado de cables, con un computador-monitor enfrente, médicos y estudiantes a derecha e izquierda, todos vestidos de verde y pendientes del resultado del electrocardiograma. Hubo un silencio, todos atentos al monitor. Pasados unos segundos, oí que mis latidos estaban estables, por lo que podía entrar en quirófano. 
Me entregaron una hoja impresa y un rotulador azul: realicé una firma tan grande que llegó de lado a lado. Al mismo tiempo de firmar pronuncié: “Señor, en tus manos encomiendo mi espíritu”.
Me esperaba una colonoscopia de urgencia porque tenía una hemorragia digestiva baja. Me dieron un sedante que me transportó a otro espacio y allí no me enteré de nada.
Al despertarme, de reojo, vi un soporte de donde colgaban tres bolsas de sangre (días más tarde tuvieron que ponerme una bolsa más). Pensé en aquellas personas que en su día donaron su sangre para que otros pudieran alargar sus vidas. Gracias a los donantes, por este gesto sencillo y bello, por salvar vidas sin importaros quien pueda ser el receptor. ¡Gracias, amigos!
Estando en reanimación, dejaron entrar a mi mujer y mi hija, que estaban ansiosas por verme. Al día siguiente me subieron a planta. Allí, a la hora punta, se observa un movimiento de batas blancas, todas con su instrumental: tijeras, esparadrapo, bolígrafo, etc,  para atender al paciente. He de señalar el buen trabajo y la dedicación que en todo momento han tenido estas personas conmigo. Ha sido muy alentador que en medio de mi enfermedad y sufrimiento estuviesen en mi camino personas amables, simpáticas y alegres, que colaboran con la recuperación y ayudan a llevar mejor la enfermedad.
El estar ingresado en el Hospital, me ha llevado a hacer un alto en el camino. Han sido 11 días en los que ha dado tiempo para todo, pero sobre todo para reflexionar. En los momentos difíciles, hemos de sacar lo positivo que hay en ello, porque las cosas no ocurren por casualidad. Se trata de una búsqueda complicada. Enumero algunos puntos positivos que me han servido de gran apoyo en esta trágica circunstancia:
- Observo a mi mujer, a la que no terminaré de ponderar lo suficiente. Ella ha estado mucho tiempo a mi lado, no ahora, sino siempre: me ha llevado el papeleo, las medicinas, los análisis, los médicos, los cuidados en casa, etc... Puedo decir con certeza que, gracias a ella, sigo pisando esta tierra.
- Uno de los días, mi hija y mi yerno se presentaron con mi nieto en el Hospital, permaneciendo en pasillo, al que yo salí para besarlo y abrazarlo. Fue un momento muy emocionante.
-Estuvieron presentes familiares, amigos y Paco, mi compañero de habitación, con su mujer e hijos con quienes dialogamos en varias ocasiones. Cuando se ha de convivir en una habitación donde se respira tristeza y dolor, es gratificante una ayuda para soportar la carga.
-Oír Radio María en las largas noches me ha servido como sedante para el espíritu y consuelo para el alma. 
El momento, las circunstancias, la soledad de la habitación, sentimientos, recuerdos y el dar gracias a Dios hicieron que, participando de la Eucaristía de Jueves Santo por la televisión de la habitación, brotaran de mis ojos unas lágrimas de emoción.
Todo este cúmulo de sucesos lo considero como positivo y me da fuerzas para seguir caminando, recordando que la vida es bella.