Es curioso observar cómo la historia se repite. Los cuentos, las anécdotas, los proverbios y las moralejas de hace mucho tiempo vuelven a la actualidad y no dejan de tener su gracia y su picardía.
El pueblo español más de una vez se ha visto reflejado en algunos pasajes de la gran obra de Miguel de Cervantes y, sin ir más lejos, hemos visto no hace mucho una nueva versión del episodio de los molinos de viento. La diferencia entre una y otra es que El Quijote se publicó gracias al trabajo de la imprenta, con el esfuerzo que ello suponía; mientras que esta nueva versión, gracias a los nuevos medios de comunicación, ha dado la vuelta al mundo al instante. No se han necesitado intérpretes, ni envíos, ni intermediarios, ni gaitas.
Engalanamos la Puerta de Alcalá. Allí acudieron personas de todo tipo: cantantes, deportistas, políticos... Los aledaños estaban repletos de público con la sonrisa, con la emoción y con el trabajo ya hecho. Ocultos estaban los arcos de la Puerta de Alcalá, con el andamiaje revestido de flores, luces, fuegos artificiales y toda la parafernalia que uno pudiera imaginar. Eran los ejércitos de gigantes que todos veíamos.
Ya soñábamos con el año 2020. Era nuestro, estaba claro… Debíamos celebrarlo por todo lo alto, el premio lo merecía. Solamente faltaba la presentación de una simple papeleta indicando quién sería el favorito. Pero no ocurrió.
¡Ay madre! ¡Tierra, trágame! Hubo un silencio sepulcral: malas caras, lágrimas en los ojos, miradas tristes. Se empezó a notar una fuga paulatina de los asistentes: no había otra solución.
Corrieron el telón, se fueron apartando todos los adornos que tapaban la Gran Puerta... Y no aparecieron molinos en vez de gigantes, sino la Puerta de Alcalá, que “ahí estaba viendo pasar el tiempo”.
Algunos pensarían en el cuento de la lechera. Todas las moralejas son sabias. Yo recordé este dicho:
“No vendas el venado si antes no lo has cazado”