viernes, 5 de febrero de 2016

EL CHUPA-CHUPS DEL ABUELO

Los días de diálisis (lunes. miércoles y viernes) mi nieto, de tres años, me espera en casa con la idea de registrarme por si acaso encuentra un chupachups entre mis pertenencias. Para él es una diversión hurgar en los bolsillos hasta dar con él. Conforme se acerca le voy diciendo "caliente" o "frío" según la aproximación. Cuando lo encuentra, acude emocionado a su madre para que inicie el "despapelamiento" y posteriormente él lo quita del todo. 
Los demás días, cuando llega de la escuela infantil, estoy celebrando la siesta de rigor. Él abre la puerta de la habitación con sigilo y me pregunta:
- Abuelo, ¿tienes un chupachups? Le hago una señal con la mano indicando hacia la almohada. Me pregunta si puede subirse a la cama. Le digo que sí y él me contesta: "Espera un poco, que me voy a quitar los zapatos". Acto seguido, dando un salto, se pone a mi lado.
- ¿Dónde está el chupachups, abuelo? Le indico con la cabeza: en la almohada, en el lado derecho.
Lo coge y, alegremente, se baja de la cama en busca de su madre.   
-Anto, apaga la luz y cierra la puerta, por favor. 
A continuación, obedece diciendo:
-Abuelo, que duermas mucho.
Afortunadamente para sus dientes, no siempre se los come, pero la búsqueda del chupachups se ha convertido en una rutina con la que ambos disfrutamos.
“Si yo hubiera sabido que los nietos eran tan divertidos, los hubiera tenido primero” ( Bill Laurin)