sábado, 28 de noviembre de 2009

BUENOS DÍAS, DÍA

Hoy me he despertado saludando al nuevo día. Cuando uno llega a cierta edad (popularmente “a viejo“) reflexiona con más frecuencia sobre el final de la vida.
Los personas somos como los vinos: la edad estropea los malos. pero mejora los buenos. Dicen que envejecer con sabiduría, no es envejecer. Yo quisiera tener esa sabiduría y con ella alegrar mi entorno.
28 de noviembre de 1934, que día tan inolvidable y qué alegría para aquellos que me vieron nacer.
¿Hasta dónde llegaré? ¿Cuánto me quedará para terminar la carrera que comencé hace 75 años?
“No sabemos ni el día ni la hora”

miércoles, 18 de noviembre de 2009

SIEMPRE A TU LADO (HACHIKO)

Película basada en un hecho real, que la semana pasada tuve oportunidad de ver.
Una empresa japonesa envía un perrito en una jaula por via férrea a Estados Unidos. En el trayecto, el can se escapa y deambula por el andén de la estación. Un profesor de música hace un recorrido diario en tren para ir a trabajar. Casualmente encuentra al perrito: procura colocarlo a varias personas antes de llevarlo a casa, porque su mujer no es partidaria de tenerlo en la vivienda. No teniendo otra solución, a hurtadillas lo lleva a casa: no puede estar mucho tiempo en esta situación sin que la mujer lo perciba. Viendo lo encariñado que está su marido con el animal, lo admite.
Se hace mayor y cada mañana este can llamado Hachiko acompaña a su dueño a la estación del tren para despedirle y luego vuelve por la tarde para recibirle. Hachi demostró a la ciudad que la amistad puede durar para siempre.
Película muy emotiva. Especial para aquellos que tienen mascota en casa. Si pensáis verla no olvidéis llevar el pañuelo.

lunes, 16 de noviembre de 2009

LA CURIOSIDAD Y EL LOBO

He leído el libro "En la espesura de la Serranía, el misterio de Tejeda” de José Mª Sánchez Cremades. Un trabajo muy laborioso, lleno de recuerdos de la estancia de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús (PP. Dehonianos), en el Santuario de la Virgen Santa María de Tejeda, en Garaballa (Cuenca). Permanecieron durante veinte años en aquel rincón de la serranía conquense.
Los estudiantes de Salamanca pasamos el último verano allí, en el Santuario de la Virgen. Al inicio de las vacaciones, el encargado debía distribuir entre los estudiantes varios oficios o dedicación a desempeñar. Entre los deberes que se repartieron, a mi me tocó el de sacristán. Me indicaron que sería conveniente ordenar un poco la sacristía. Existían muchas ofrendas de exvotos, normalmente de cera, pero también fotografías, calzado, ropa..., que los fieles presentaban como testimonio permanente de las ayudas recibidas por la intercesión de la Virgen. Entre ellos, destacaba un lobo disecado colgado del techo. El P. Aparicio pensó que estaría mejor bajarlo y colocarlo en una mesa, para que todos pudieran observarlo más de cerca. Le pasé el cepillo, lo aseé , le puse una alfombra de césped... Quedó bastante presentable.
Llegaron las fiestas y, como en la mayoría de los santuarios españoles, acudió gran gentío. Mucha devoción, mucho folklore, mucha música...
Fue curiosa una anécdota, muy explicable en personas que se dedican al pastoreo y a la ganadería: se corrió la voz de que habíamos bajado al lobo y que estaba en una mesa al entrar al santuario. De modo que muchos visitantes preguntaban:
- ¿Dónde está el lobo?
Parecía como si el verdadero origen de la visita fuese contemplar el lobo, y no a la Virgen.
-A veces, lo efímero y accidental da paso a lo que, en un principio, es más importante -

sábado, 7 de noviembre de 2009

¡QUÉ SUSTO!


El fin de semana pasado, muchas personas celebraron Halloween. Esto me hizo recordar una anécdota que me ocurrió hace unos años.
Un verano estuvimos en el chalet de mi cuñado en Nueva Sierra (Guadalajara). Todos comentaban que en esa vivienda había una persona invisible, como si de un fantasma se tratara, y que por eso se oían algunas veces ruidos extraños.
A mi sobrino César y a mí nos tocó dormir en el mismo cuarto, en la planta de abajo. Yo no podía dormir y oía de vez en cuando un ruido sospechoso. Mi sobrino estaba roque. Yo ya no podía más. Me levanté para avisarle de que alguien merodeaba por los alrededores de la casa. Para despertarle, no se me ocurrió otra cosa que tocarle el dedo gordo del pie suavemente. Al sentirlo, ¡pegó un salto de la cama que casi da con la cabeza en el techo!, exclamando desesperadamente:
- ¡¡Ay, ay, ay!!
Lo hizo de tal forma que me contagió y entonces yo me asusté todavía más que él y comencé a gritar lo mismo:
- ¡¡Ay, ay, ay!!
Salimos los dos a la calle en pijama, cogimos unos palos de la obra que había en el jardín y empezamos a gritar con los palos en alto:
- ¡Fuera de aquí! ¡Largoooo! ¡Veteeeeee!
Con esto queríamos ahuyentar al presunto intruso.
Los demás familiares que estaban en la casa se despertaron alarmados para ver qué ocurría y se asomaron a la terraza diciendo: ¿Qué pasa? ¡Hemos oído gritos! ¿Está todo bien?
Sacamos la conclusión de que posiblemente el ruido que me despertó estaba provocado por algunos ratoncillos de campo que estarían echando sus carreras, o algún gato que perseguía a otro, o quién sabe…
Lo que está claro es que el miedo es contagioso y que no tiene medida.