sábado, 22 de noviembre de 2008

Aprendiendo a leer


Durante algún tiempo, todas las Navidades me desplazaba desde la Península a Melilla, donde residían mis padres. En una ocasión, también fue mi hermana con su hijo de cuatro años.
Uno de los días fuimos de compras al centro mi hermana, su hijo, una tía y yo de conductor. Tomamos un té moruno en el ambiente adecuado porque las circunstancias lo requerían.
El niño, muy despierto, observaba todo lo que veía por primera vez, como es natural y comprensible, pues venía del pueblo. Cuando llegó el momento de regresar, nos subimos al coche y durante la conversación, alguien dijo:
- El niño ya sabe leer
Casualmente, pasamos por una tienda con el correspondiente cartel en el que ponía “CALZADOS” con unas letras grandísimas.
- ¡Mira, mira! Demuéstranos lo que sabes. ¿Qué pone en aquel cartel?
El niño, con destreza y desparpajo, viendo que el escaparate estaba lleno de zapatos, empezó a deletrear palabra por palabra:
- “ZA..PA.. TE.. RÍ..A”
Pueden comprender la sorpresa que se produjo en el interior del vehículo al oír la rápida respuesta.
En ese momento pensé: ¡Este chico es un genio!

domingo, 16 de noviembre de 2008

La fregona, un invento genial

Un palo con un trozo de algodón en un extremo y una herrada que evitaría el arrodillarse para fregar el suelo. Hacia el año 1965, se comercializó el invento, gracias a un ingeniero español llamado Manuel Jalón Corominas.
Poco a poco se fue extendiendo este artilugio de tal forma que ha ocupado un puesto muy importante en los hogares de todo el mundo.
Todos aquellos que hemos nacido en años anteriores tenemos el recuerdo de nuestra madre, abuela, hermana, criada, etc…, de rodillas y con las dos manos: una sosteniendo el equilibrio del cuerpo y la otra, dale que te pego, haciendo viajes, de la herrada a empapar el trapo y a frotar el suelo.

Una de las veces que fui al colegio (tendría unos doce años), me volví a casa porque el maestro estaba enfermo. Todas las viviendas del barrio eran de planta baja y lo primero que pisabas cuando llegabas a casa era el comedor. Yo iba más contento que unas castañuelas.
- ¡Mamá, no tenemos colegio!
- ¡No pises el suelo. ¿No ves que lo vas a ensuciar todo?- exclamó mi madre, girando un poco la cabeza, con la frente sudada, enseñando las varices, ya avanzadas, y sin poder simular la fatiga.
- ¿Estarás contento, no? ¡Ahora tendrás que esperar un poco en la calle, hasta que se seque!

En aquel entonces, la edad no me dejaba ver el esfuerzo que este trabajo suponía.
¡Cómo han cambiado las cosas, en medio siglo!

sábado, 15 de noviembre de 2008

lunes, 10 de noviembre de 2008

Nuevos inventos: ¿una mejora?

Hace mucho años comenzaron a funcionar las empresas de conservas.
Crearon unos envases de lata y por medio de un abre-latas podíamos llegar a descubrir el alimento. Se crearon varios modelos de abridores: uno con mango, otro con una especie de cutter incorporado que se plegaba, otro dándole vueltas a una palomilla…
Más tarde, esa misma lata tenía, en una esquina, una chapita saliente o lengüeta en la que se introducía una llave especial y así se podía abrir. Otro invento posterior fue la típica argolla, que había que levantar y tirar.
Últimamente he visto (sobre todo para envasar los espárragos) una tapa como de aluminio que con sólo tirar de un extremo podemos conseguir su apertura con gran facilidad. Por lo que se ve, vamos progresando.

En cuanto a los envases para la leche (los tetrabrik) los primeros salieron con unos pliegues laterales doblados que había que cortar con unas tijeras. Después decían que era “abre-fácil” y se podía cortar con las manos. Hay marcas en las que podemos servir la leche levantando un dispositivo y haciendo palanca.

Pero, amigo, salió lo del tapón.

¿Han observado lo difícil que resulta desenroscar el tapón para conseguir su apertura, sobre todo para aquellas personas de cierta edad?

Primero lo intento yo por las buenas; después ayudándome de una bayeta, con las dos manos y apoyando el tetrabrik en la mesa. Como es imposible, llamo a mi mujer pidiendo ayuda. No hay nada que hacer.
El perro, desde el suelo, observa que algo no va bien. Finalmente llega una idea luminosa: levantamos uno de los dobleces de los extremos, cogemos unas tijeras y hacemos la operación a la antigua usanza. Nos miramos y entonces el perro, viendo que todo se ha solucionado, mueve el rabo y ... ¡¡Guau!!

sábado, 1 de noviembre de 2008

El andador

Alguien tuvo que inventarlo. El caso es que he andado con muletas, con bastón…Cada uno cumple con sus funciones. El bastón lo utilizo para andar por casa (el pasillo, habitaciones…) Hay más libertad de movimiento; es más práctico.
Cuando salgo a la calle, me viene muy bien el andador. Observo que con este artilugio estoy más propenso a la conversación y al diálogo: como más suelto.
-¡A donde hemos ido a parar! - me dijo un abuelete que iba con su bastón de pastor, con la empuñadura encorvada.
-¡Chaval, te falta la matrícula! - me dijo otro que venía de frente, en plan jocoso.
-¡Conozco un andador que lleva asiento; deberías instalarlo!
- Hombre, no estaría mal
-¡Cuidado, jefe, con los bordillos, que no tienen rebaje.
- Gracias caballero por su atención
-¡Cruce Ud siempre por el paso de cebra; tendrá más defensa!
- Esa ha sido siempre mi idea, le contesté.
Una vez me encontré con una mujer de cierta edad que también llevaba uno. Ya desde lejos nos estábamos viendo y al cruzarnos le dije: “¡Buenos día, señora, ya somos dos!”.
Este saludo dio lugar a que cada uno contáramos nuestra historia larga y extendida.
En otra ocasión, até el perrito al andador para sacarlo a la calle.
- ¡Cuidado! - me dijo un viandante - Puede venir otro perro, se pelean y pueden tirarle.
Desde entonces desisto de esta idea..
No sé cuánto tiempo he de tener el andador. De momento tendré que disfrutar de este apoyo y levantar la frente exclamando: “¡Vamos a la calle!”