jueves, 16 de abril de 2015

LA NORIA

De pequeño me gustaba trastear en la carpintería; mi padre disfrutaba viéndome a su lado y  yo le preguntaba los nombres que tenían algunas herramientas (todavía me acuerdo de algunas): escofina. serrucho, garlopa, cepillo, formón, sargento, berbiquí, guillame, barrena, etc. Él me enseñaba con alegría y como un gran maestro.
Tendría 9 ó 10 años cuando me vino a la cabeza la idea de hacer una noria, con la ayuda de mi padre, claro. Me preparó unas “maderillas”, como él decía, un soporte, unos palos que irían perpendiculares, unos listoncillos que irían en forma de cruz y que servirían para enganchar los cuatro canjilones y un alambre grueso para hacer la manivela y así poner la noria en movimiento. A mi modo de ver una obra de arte, con la que yo estaba muy orgulloso.
Terminada la noria, yo estaba entretenido dándole vueltas, jugando solo y vinieron mi hermana Maribel y su amiga Alicia (que es la que me ha recordado esta anécdota) con sus muñecos y me pidieron que los montara. Yo les dije que sí, pero que tendrían que hacer como en la feria: había que pagar.
Ellas estuvieron de acuerdo con las condiciones: dos vueltas, una perra chica; cinco vueltas, una perra gorda.
Mis padres, que vieron este gesto, se miraron, y posiblemente pensaron:
- ¡Este chico va a valer para el negocio!
Cosas de chiquillos, pero he de confesar que de negocios, al final…, nada.
"Poder echar la vista atrás y ver la vida propia con satisfacción es vivir dos veces" ( Jalil  Gibran)