El verano pasado fuimos a Gandía mi hija, su pareja, Marisol, el perro y yo. Entre el sol, la arena, el agua, andar por sus calles, pasear por las noches a la orilla de la playa, los chiringuitos, las tapas..., pasamos unos días muy buenos que, como siempre ocurre, se nos hicieron cortos.
Transcurridos los días establecidos, tomamos la maletas con dirección al parking. Normalmente yo me siento al lado del conductor pero esta vez, como mi hija estaba embarazada, tuve que ocupar el sitio trasero detrás del conductor. Cuando entro en el coche lo primero que hago es sentarme y después, ayudado por las manos, meto primero la pierna buena y después la otra, que es donde tengo la prótesis y un alza en el zapato. Así que, una vez terminada la operación y colocado el cinturón de seguridad, iniciamos la marcha. Con un poco de morriña nos pusimos en camino; el momento era propicio para dar algunas cabezadas por lo que no pude evitar echar una siestecita.
Pasadas unas horas, llegó el momento de hacer la parada de rigor para descansar un poco y tomar algo. Con mi pierna izquierda empecé a tantear para calzarme el zapato. Al ver que no lo conseguía, les dije a mis compañeros de viaje que posiblemente el zapato se había desplazado hacia los pies del conductor. Cuando nos bajamos, mi hija se prestó solícita a cogerlo, pero no lo encontró. Así que le dijo a mi yerno que lo buscase él, que ella no podía. El conductor corrió el asiento, miró arriba y abajo, derecha e izquierda pero no apareció. Nos miramos todos, menos el perro, y comprendimos lo sucedido. Nos echamos a reír por unanimidad a carcajada limpia; el sector femenino incluso con lágrimas. Mi pierna, con escasa sensibilidad, no se percató de que al subir al coche el calzado había tropezado con la puerta y había caído al suelo. Adiós zapato.
Continuaron las risas mientras íbamos al restaurante. A mi hija, se le ocurrió decirme en un latín macarrónico una frase que yo le había enseñado cuando era pequeña: “ Manduco flumen de te”
3 comentarios:
Así hay que tomar las cosas que nos suceden...con risa es lo más sano. En una ocasión mi mamá de 90 años llegó muy guapa a una comida con un zapato azul y uno negro, la culpa fué mía por no fijarme al salir, pero fué lo que más animó la reunión. Un abrazo.
Manrique, así hay que tomarse las cosas, con desenfado.
¡Seguro que llevabas otros zapatos en la maleta!
Saludos y que sigas bien.
Me estoy imaginando el zapato cuando arrancase el coche;allí, tan solito, jajaja!
Abrazo!
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