sábado, 6 de diciembre de 2008

Estuve en diálisis

Todo empezó cuando me detectaron un pólipo en el recto. Tras la operación, tuvieron que ingresarme en el hospital y fue entonces cuando me detectaron una insuficiencia renal. Por ello tuve que someterme a unas sesiones de diálisis. Al principio tomé este tratamiento deportivamente, pero no fue así a medida que el tratamiento se iba alargando.
La diálisis comienza (si te toca por la mañana) con un madrugón, sobre todo para aquellos que viven a cierta distancia. El paciente ha de estar preparado una hora antes, para que la ambulancia tenga el suficiente margen de recorrido.
Después de recoger a todos los pacientes, llegamos al hospital, donde esperamos nuestro turno. Tienen preferencia aquellos que se dializan cuatro horas.
Lo primero que hacen es pesarnos. Esto es muy importante, porque la máquina se encargará de quitarnos todo aquello que llevamos de más.
Para recibir diálisis es necesario hacer un catéter cerca del corazón y así la sangre puede entrar y salir. Hay que permanecer bien acomodado en un sillón especial y en absoluto reposo. Durante tres o cuatro horas (depende del grado de enfermedad del paciente) sale la sangre y pasa a una máquina; en ésta se limpia y vuelve a entrar en el cuerpo del paciente por otra vía.
Este sistema de estar conectado por el catéter es en cierto modo algo peligroso, por lo cual pasado un tiempo, se vuelve a operar en el brazo para implantar una fístula, que consiste en la unión de la vena con una arteria. De esta forma la vena toma más grosor y la aguja puede penetrar con más facilidad.

A las 10,30 aproximadamente te ofrecen un bocadillo, que te sabe a gloria: puede ser jamón serrano, jamón york, lomo, etc… Con frecuencia, dos o tres veces, se acerca una de las enfermeras para controlar la tensión.
Por último, llega el momento de finalizar la diálisis: con mucho cuidado te desconectan y debes esperar a que la sangre coagule.
Al permanecer boca arriba conectado a una máquina, mirando al techo y alrededores, todo pasa por la mente: puedes ver la televisión, oír la radio, escuchar música, recordar vivencias o a familiares, dormir, rezar y, sobre todo, pensar. En definitiva: todo un caso.
Cuando la doctora me comunicó hace ya unos meses que me daba de alta y que por el momento no tendría que volver a diálisis, no me lo podía creer. Vi el cielo abierto.

1 comentario:

amelche dijo...

Me alegro de que no tengas que ir más a diálisis.