Me siento preocupado por estos acontecimientos de intensas lluvias en los distintos lugares del planeta; sobre todo en estos días que me toca más de cerca, pues yo nací cerca del Río de Oro, en el barrio del Tesorillo, en Melilla. Debe ser terrible tener todo y, en pocas horas, ver que no tienes nada. Sólo de pensarlo me dan escalofríos.
Melilla es la ciudad de mi infancia, y hoy quiero contar dos momentos que me han venido a la memoria:
- Mi padre trabajaba en la Serrería de Cabanillas. Cuando salía del trabajo, se iba a construir, junto con otros familiares, la nueva casa en el Monte, en la calle Carlos de Gándara y allí nos trasladamos una vez terminada la obra. Después, mis padres abrieron un mercería, “Casa Manrique”, que duró mucho tiempo en el barrio.
- Recuerdo que los domingos íbamos a jugar al fútbol a una explanada junto al Río de Oro, por la zona del Tesorillo, donde estaba entonces el Parque de Bomberos. Allí nos reuníamos la pandilla, los hermanos, los padres, la afición…: todo un acontecimiento infantil. Mi hermano más pequeño se situó cerca de la portería, con tan mala suerte que un balón que no entró le dio de lleno en todo la cara. Cuando se le pasó el mal rato y se encontraba más sereno dijo graciosamente: “Parecía que mi cara estaba llena de hormiguillas”.
Era el año 1945; ha llovido mucho desde entonces pero, desde luego, no como esta vez.
- Mi padre trabajaba en la Serrería de Cabanillas. Cuando salía del trabajo, se iba a construir, junto con otros familiares, la nueva casa en el Monte, en la calle Carlos de Gándara y allí nos trasladamos una vez terminada la obra. Después, mis padres abrieron un mercería, “Casa Manrique”, que duró mucho tiempo en el barrio.
- Recuerdo que los domingos íbamos a jugar al fútbol a una explanada junto al Río de Oro, por la zona del Tesorillo, donde estaba entonces el Parque de Bomberos. Allí nos reuníamos la pandilla, los hermanos, los padres, la afición…: todo un acontecimiento infantil. Mi hermano más pequeño se situó cerca de la portería, con tan mala suerte que un balón que no entró le dio de lleno en todo la cara. Cuando se le pasó el mal rato y se encontraba más sereno dijo graciosamente: “Parecía que mi cara estaba llena de hormiguillas”.
Era el año 1945; ha llovido mucho desde entonces pero, desde luego, no como esta vez.
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