No era partidario de tener una mascota en casa, pero mi hija, al terminar COU, pidió en recompensa tener un perrito. Casualmente, mi cuñado que estaba en Nueva Sierra (Guadalajara) tenía varios perros, entre ellos una camada de cuatro cachorritos entre una teckel y un coker. Eran dos machos y dos hembras. Todos nacieron normales, excepto uno de ellos que nació con el rabo mucho más corto. Éste fue el que nos gustó y nos quedamos con él.
Mi mujer y mi hija ya tenían pensado el nombre:
- ¡Se llamará Noi, que en catalán significa chico!
Y fue entonces cuando comenzó nuestra aventura canina.
Al principio fue un destrozón. A una de mis cuñadas le comió los bajos del vestido; a mí, una prótesis, que tenía para los pies y un calcetín. A la lista hay que sumar los bajos de una cortina, una bufanda, alfombras, el mueble de la cocina, el cable del teléfono y no sé cuántas cosas más.
Ha sido un perrito viajero, a pesar de que en el coche ladra continuamente y convierte los viajes en una pesadilla. De pequeño, lo llevamos al mar y disfrutó de la lindo. Ha estado en Asturias, Barcelona, Almería y en Zamora, donde presenció un paso de Semana Santa bajo mi brazo y arropado con el chándal.
Cuando suena el timbre de casa va corriendo a la puerta y empieza a oler para ver de quién se trata. Si no lo conoce, se queda quieto y le saluda a su modo. Si lo conoce, se pone nervioso, le saluda y echa a correr como un loco meneando el rabo (el poco que tiene) en busca de un juguete: el mejor, el osito. Cuando se oye la sirena de los bomberos, imita los sonidos que oye..
A la hora de comer, siempre está con nosotros porque sabe que algo le caerá. Cuando terminamos, en seguida se desplaza donde están los zapatos meneando el rabo y se presenta con uno, en señal de agradecimiento.
Tardó mucho en aprender a ladrar. Lo hizo cuando lo llevamos a Asturias, imitando a su primo, un aireadle terrier llamado Enol. Esas vacaciones en Asturias tuvimos un disgusto. Al principio todo iba bien entre los dos cánidos hasta que un día, en la cocina, se enredaron los dos a muerte. Creíamos que Enol tenía el cuello del Noi en su boca. Yo, al oír los gritos, bajé corriendo por las escaleras con un periódico doblado en la mano. Sacudí a Enol con toda mi rabia pero…¡Oh, sorpresa! Era nuestro perro el que se había apoderado del cuello de Enol. Enol siempre fue bueno pero Noi, un gran peleón.
En otra ocasión, cuando yo lo sacaba a la calle, pensé que liberándole de la correa, tendría más libertad. Observé que la carretera estaba bastante lejos; el entorno era ideal y realizando todos los preámbulos, lo solté. Estuvo cierto tiempo husmeando a su alrededor. Al rato, pensé que ya era hora de volver a casa. Quise atarlo y no fue posible. Es cabezón, cabezón pero yo no lo sabía. Empezó a correr y yo no paraba de llamarle, pero ni por esas. Pudo atravesar una calle sin peligro, cruzó otra paralela y aquí cayó con todo su equipo. Pasó un coche y vi al Noi dar vueltas por el aire.
Nunca estuvo mi cuerpo en tan malas condiciones. Entró en la acera disparado. No se podía tener erguido; se le doblaban las patas. Poco a poco se fue recuperando, lo cogí en brazos y lo llevé a casa. Yo no me veía la cara, pero debía de estar blanca. Se paso el resto del día escondido debajo del pupitre de mi hija y no salió hasta que ella llegó.
Ahora tiene 11 años: todo un anciano. Y según me está mirando en estos momentos, creo que sabe que escribo sobre él. Nunca pensé que podríamos llegar a quererle tanto. Todas las noches lo arropo en su camita con una manta azul. Es nuestro “niño”.
Mi mujer y mi hija ya tenían pensado el nombre:
- ¡Se llamará Noi, que en catalán significa chico!
Y fue entonces cuando comenzó nuestra aventura canina.
Al principio fue un destrozón. A una de mis cuñadas le comió los bajos del vestido; a mí, una prótesis, que tenía para los pies y un calcetín. A la lista hay que sumar los bajos de una cortina, una bufanda, alfombras, el mueble de la cocina, el cable del teléfono y no sé cuántas cosas más.
Ha sido un perrito viajero, a pesar de que en el coche ladra continuamente y convierte los viajes en una pesadilla. De pequeño, lo llevamos al mar y disfrutó de la lindo. Ha estado en Asturias, Barcelona, Almería y en Zamora, donde presenció un paso de Semana Santa bajo mi brazo y arropado con el chándal.
Cuando suena el timbre de casa va corriendo a la puerta y empieza a oler para ver de quién se trata. Si no lo conoce, se queda quieto y le saluda a su modo. Si lo conoce, se pone nervioso, le saluda y echa a correr como un loco meneando el rabo (el poco que tiene) en busca de un juguete: el mejor, el osito. Cuando se oye la sirena de los bomberos, imita los sonidos que oye..
A la hora de comer, siempre está con nosotros porque sabe que algo le caerá. Cuando terminamos, en seguida se desplaza donde están los zapatos meneando el rabo y se presenta con uno, en señal de agradecimiento.
Tardó mucho en aprender a ladrar. Lo hizo cuando lo llevamos a Asturias, imitando a su primo, un aireadle terrier llamado Enol. Esas vacaciones en Asturias tuvimos un disgusto. Al principio todo iba bien entre los dos cánidos hasta que un día, en la cocina, se enredaron los dos a muerte. Creíamos que Enol tenía el cuello del Noi en su boca. Yo, al oír los gritos, bajé corriendo por las escaleras con un periódico doblado en la mano. Sacudí a Enol con toda mi rabia pero…¡Oh, sorpresa! Era nuestro perro el que se había apoderado del cuello de Enol. Enol siempre fue bueno pero Noi, un gran peleón.
En otra ocasión, cuando yo lo sacaba a la calle, pensé que liberándole de la correa, tendría más libertad. Observé que la carretera estaba bastante lejos; el entorno era ideal y realizando todos los preámbulos, lo solté. Estuvo cierto tiempo husmeando a su alrededor. Al rato, pensé que ya era hora de volver a casa. Quise atarlo y no fue posible. Es cabezón, cabezón pero yo no lo sabía. Empezó a correr y yo no paraba de llamarle, pero ni por esas. Pudo atravesar una calle sin peligro, cruzó otra paralela y aquí cayó con todo su equipo. Pasó un coche y vi al Noi dar vueltas por el aire.
Nunca estuvo mi cuerpo en tan malas condiciones. Entró en la acera disparado. No se podía tener erguido; se le doblaban las patas. Poco a poco se fue recuperando, lo cogí en brazos y lo llevé a casa. Yo no me veía la cara, pero debía de estar blanca. Se paso el resto del día escondido debajo del pupitre de mi hija y no salió hasta que ella llegó.
Ahora tiene 11 años: todo un anciano. Y según me está mirando en estos momentos, creo que sabe que escribo sobre él. Nunca pensé que podríamos llegar a quererle tanto. Todas las noches lo arropo en su camita con una manta azul. Es nuestro “niño”.
El negro de los ojos brillantes es el "señorito".
El que está al lado. uno de sus "criados".
8 comentarios:
Que cosa más guapaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa... yo, si pudiera, tendría un zoo. Por tener, tengo hasta ranas (y canarios, periquitos, carpas, peces de agua caliente, faisanes, gata y perros).
Si dan tanto cariño a cambio de tan poco...
Acabo de descubrir y voy a leerle a menudo (felicidades por esta iniciativa)
Hola: yo no sería capaz de tener tantas especies,a parte,se requiere
tener espacio suficiente.
Tuvimos un gorrión recien nacido.La
hija le dió el biberón.La veterinaria sentenció que no viviria.Se hizo viejo en la jaula.
Ohhhh!! Mira que es bonito nuestro chiquitín!
Tu mascota, gran personaje que cuida de tu hogar, te acompaña, te ama, te admira en silencio. Así era la mascota de mi padre que acaba de irse por ese camino por donde todos van, esa mascota fue la herencia de la mujer que amó por mas de 56 años de matrimonio, hoy acaba de fallecer a los casi 92 años, ha dejado una enorme pena de no poder volver a verlo, pero lo siento a cada instante dentro de mí. Cuidate, vive, ama y disfruta.
Un abrazo a la distancia
losperrosdelcamino.blogspot.com
Hola Marcela:
Comprendo el dolor y la impotencia que uno siente cuando se encuentra con esta adversidad.
Nuestra mascota,llamado Noi, con
14 años se está quedando ciego y sin oir. Está grueso y no anda tan ligero como antes.
No quiero pensar en el triste sesenlace,¡Se les quiere tanto!...
"No dexiste mejor psiquiatra en el mundo que un cachorro lamiendote la cara"(Wilson".
Saludos!!!
Remo era nuestro amigo fiel, murió en día 9 de junio de 2009. Sí, no se sabe lo que se les quiere hasta que se tienen... y más cuando te faltan. Era un alaska grande y siempre que pongo la llave en la puerta para entrar ... siento su hocico detrás ... esa sensación no se me pasa.
(Gracias por tu comentario en mi blog)
Hola Trimbolera:
Las persona que no han tenido mascota
ni la tendrán,no puede saber lo que es una compañía y el dolor que se siente cuando esta falta.
"Cada niño deberia tener dos cosas:
un perro y una madre que le deje tener uno"
Saludos!!!
Manrique,que te haz lucido con esta entrada,que hasta me haz echo llorar !!!!
a lo largo de m i vida he tenido varias mascotas,más mi preferida siempre serán los perritos.
aunque cuando mueren,es un llorar por unos largos días.
recibe mi cariño desde México,que mira que he estado tan ocupada,pero tu eres el primero que visito y lo hago con mucho cariño.
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