- ¡Aquel hombre que viene por allí, es un indio!
Nos cruzamos, y después de un prudencial silencio, me interrogó:
- ¿Y dónde tiene las plumas?
Me hizo tal gracia que lo he recordado muchas veces. Es normal que a esa edad, influenciado por las películas y los tebeos, tuviese en su mente la idea del indio guerrero.
Otro día por la mañana pasó, como de costumbre, Misián: un árabe que servía a domicilio alimentos, principalmente hortalizas y frutas. Se había hecho amigo de casa, era simpático y ejercía, siempre vestido con su chilaba y tarbus, este trabajo desde hacía mucho tiempo. Ese día llevaba higos chumbos y mi madre los compró, pues sabía que me gustaban. Me indicó que los abriera y yo, dándomelas de profesor ante mi sobrino, le dije:
- ¡Vamos al patio que te voy a enseñar cómo se pelan!
Cuando estábamos en la faena, oímos un colorín que revoloteaba por las ramas de un arbolito. El pobre parecía que tenía hambre. Colgada en la pared había una jaula que casualmente tenía alpiste.
Le dije a mi sobrino,:
-¡Vamos a ver si lo pillamos!
Fui a por una guita (cuerda fina) bastante larga, la atamos a la puerta, dejándola abierta y evitamos cualquier ruido para no espantarlo. Estuvimos bastante tiempo en espera y con el alma en vilo, procurando evitar la respiración. El pajarito se colocó encima de la jaula. Me miró el sobrino, con los ojos llenos de emoción. Cuando se metió en la jaula, exclamó el sobrino:
- ¡¡Ya!!
Eso pensé yo también. Aflojé la tensión de la cuerda y la puerta se cerró. Fernado se me lanzó dándome un abrazo, diciéndome:
- ¡Tío, lo conseguimos!
Desde aquel entonces, mi sobrino y yo nos convertimos en “cazadores”. Yo no he seguido la afición, pero él sí. En su casa posee una gran jaula, con pájaros muy variados, sobre todo canarios.
No sé si esta experiencia tuvo algo que ver para tener este hobby tan apasionado.
Le dije a mi sobrino,:
-¡Vamos a ver si lo pillamos!
Fui a por una guita (cuerda fina) bastante larga, la atamos a la puerta, dejándola abierta y evitamos cualquier ruido para no espantarlo. Estuvimos bastante tiempo en espera y con el alma en vilo, procurando evitar la respiración. El pajarito se colocó encima de la jaula. Me miró el sobrino, con los ojos llenos de emoción. Cuando se metió en la jaula, exclamó el sobrino:
- ¡¡Ya!!
Eso pensé yo también. Aflojé la tensión de la cuerda y la puerta se cerró. Fernado se me lanzó dándome un abrazo, diciéndome:
- ¡Tío, lo conseguimos!
Desde aquel entonces, mi sobrino y yo nos convertimos en “cazadores”. Yo no he seguido la afición, pero él sí. En su casa posee una gran jaula, con pájaros muy variados, sobre todo canarios.
No sé si esta experiencia tuvo algo que ver para tener este hobby tan apasionado.
2 comentarios:
hola Manrique, tengo posts atrasados, pero tuve a mi madre enferma y no pude entrar.
Que gracioso lo del indio,pero yo creo que todos los niños lo piensan,jaja
mi abuelo también me pelaba los higos, los pasaba por arena y luego los pelaba,así decía él no se pinchaba
besos
higos chumbos !!!. A mí todavía me gustan hoy muchísimo... Lo malo son los picos, que son un coñazo.
Y por cierto, también me apasionan los pájaros.
Publicar un comentario